Tu luz, tu fantasma, se debaten
en una sombra que tiembla
de susto de inexistencia.
Tu fantasma se acuesta conmigo
y dura encendido la noche
como fuego, como lámpara,
como charco de alcohol
que arde en oblicuos azules.
En la mañana las cenizas del desorden
prueban la mística ausencia:
los lienzos blancos permanecen
colmados de luces tenues
deshechos en el suelo sin sombra.
Se pone el sol en lo alto del cielo
y transcurre el día lento apagado
con su luz tragaespectros.
Se hace de tarde luego, violeta hondo,
y el fantasma se mueve se dispone
desde cada infinito inhabitable.
Yo voy como un trotatiempos
errando por la dimensión difunta
que guarda la niebla
pero no te alcanzo.
Ya pasan las sombras por el piso como nubes
bajan las luces de la calle al piso
entra un aire umbroso por la ventana.
El cuarto se detiene, se suspende
se detienen los pasos, las copas
todo se desnuda y es fértil como el aire.
Entonces tu fantasma vuelve a mi lado
enfundado en las nuevas sombras
que trae consigo la noche casta
más nítido que jamás, más oscuro,
descubre tus ojos y los acuesta
en la tiniebla incierta de la memoria
y yo recuerdo que te alumbro
desde antes del recuerdo
desde antes de las palabras
con una triste candela apagada
la misma que puebla de fantasmas
esta soledad de solitario
esta misma soledad
tan llena de nada.
(matías)
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