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miércoles, 15 de enero de 2014

Para Juan Gelman

Hay una especie de ahogo en la tierra,
De nódulo oscuro y húmedo,
Un estremecimiento de la faz
Sepultada de la historia,
Y del estrago del tiempo.
No hay légamo que atasque la palabra,
Baja hoy por un surco de amor y de ruina,
Una zanja abierta en el olvido,
Se despeña,
Parece que no tuviera fin la caída,
Y la tierra crepita, y se erizan los muertos.
Ahí van los pájaros, picoteando la greda,
Estallando los siglos,
Y bajan los pedazos de ternura,
Su niño, engominado y fresco,
Bajan el desamparo y el exilio,
Todo lo solo que un hombre pudo haber estado,
Se desbarrancan, se hunden,
Todos los dolores que un hombre pudo haber dolido.
Veo una bola de nervios, un nudo de ramas,
Indivisible,
Un fulgor, un vértigo, un viento en el rostro.
¿Hasta donde cae la muerte?
Hasta el fondo de la palabra.
Hasta el tuétano de las voces.
Hasta la semilla primera que arrojara el tiempo.
Y allí está el hijo, después de todo.
Después de tanto.
Está todo el nacimiento de todas las cosas,
No existe la muerte en la muerte,
Deja de existir cuando morimos.
Está el hijo sentado junto a una lámpara,
Refugiado de la noche profunda del sentido.
Está el hijo que espera ser abrazado.
Adelante, Juan, no tengas pudores,
Mirate los brazos, han florecido.
Podés tocar la ausencia con las manos,
Era hora de que te devolvieran el cuerpo,
La sangre, el silencio, Juan,
Vos nunca vas a estar muerto,
Me lo dijo la señora,
Te invirtieron el amor,
Hoy lo has nacido.


jueves, 24 de octubre de 2013

De tantos golpes

¡Loco! de tantos golpes.
Golpean, y uno que abre la puerta,
Y no ve nada, pero siente el golpe que insiste,
Y grita, y reclama: ¿Quién es? ¡Hable!
Y el silencio, como un cartero, deja su despacho,
Y se larga.
Luego el teléfono, ese rabioso aparato,
Suena con locura, se sacude con vértigo,
Pero del otro lado no escuchan nada,
Y uno que grita: ¿Quién es? ¡Hable!
Y suena y suena, y golpean la puerta,
Y suena la puerta, y golpean el teléfono,
Pero no hay nada.
La casa se agranda como un laberinto,
El sol de la mañana duele en el desvelo,
Pan y mate sin hambre,
Saciedad del alma, estómago con hastío.
De repente me hablan, pero soy yo ahora,
El que no oye: ¿Oiga, señor, me escucha?
¿Decime, Matías, te pasa algo?
Permanezco callado.
Contemplo de qué estoy rodeado,
La forma en que estoy hecho,
Y no encuentro una mísera palabra,
Que pueda dar nombre a alguna cosa.
Cuelgo el teléfono.
No sirve de nada.
Del otro lado debe ocurrirles lo mismo.

(Matías)

lunes, 4 de febrero de 2013

Quisiera hacer

Quisiera hacer
Como hacían ustedes
Cuando dormían
En la vejiga hinchada del idioma
Excitados hasta la utopía
Hasta la vacancia del tiempoespacio
Y despertaban, después
Meados por el lenguaje
En un cuerpo cualquiera
Con tanta cruda existencia
Dada a las manos
Que la muerte era dulce
Como la palabra dormida.

(Matías)

martes, 20 de noviembre de 2012

El verbo y la música

El verbo sobre la piel mojada.
La espalda amarrada a la frente.
Sublevada la acción de todos:
Pájaros y moluscos, y perros,
A veces, gatos sombríos.
Gusanos espasmódicos, dormidos.
Ganas de comer un hambre.
De hambrear un deseo.
Exprimir su entraña,
Hasta el hueso de la noche.
Pasan silbando unas mujeres,
Con el verbo conjugado en el hueco,
Húmedo de los labios.
Y más allá está todo.
Donde llovía en Santiago de Chuco,
O se alborotaban los patios rompidos,
De la infancia rompida,
De los años rotos.
Y corría el verbo por las cosas,
Echando ganas,
En eufórica arenga,
Moviendo las piezas, las formas,
De la música íntima de la lengua,
De la cánula gruesa de la fuga,
De la fusta furiosa que azota y golpea,
Cuanto de sangre chilla en la palabra,
Chorreada, violenta,
Asesina y matada, simultánea, inconsciente.
Sin inocencia que ampare,
El mínimo gesto, aunque este fuera
El amor más casto.
Zarpan los puertos, amarran los barcos.
¿Acaso hay auténticos inefables?
¡Duermen las nubes!
¡Cavilan los animales!
Y si se fuerza:
El viejo esputa vísceras de infinito.
Sostiene un segundo y bebe del tiempo.
Lustra la efigie fría de un universo ya sido.
Las señoras pasan con los trapos en la conciencia.
Sus pañuelos picoteados por una literatura.
Hermanos son los que se parieron,
El uno al otro, y después a sus abuelos y padres.
Las cerezas utópicas, la música isotópica,
La verdad en la feria, la filosofía y la carne.
Un enjambre solitario es muchedumbre,
En la luz fúlgida de la noche oscura,
Cuando los jazmines olorosos de la huerta madura,
Están resecos y neutros.
Pero la historia, la potente, está en el verbo.
En el puente que relaciona.
En toda su alevosía.
Entre la forma de la boca y el beso,
Y la mejilla que aguarda,
Un instante absoluto, universos ajenos,
Un pozo metafísico, insondable, ontológico,
(Porque el vientre se hunde, el hijo le crece)
Que, sin embargo, cierta cadencia vulnera.
El universo es un ritmo, más que sustancia.
Dios es relación, más que presencia.
Y son los huecos, eso que falta, el rudimento necesario,
De la lengua de las formas.
Poco importan cada hocico, cada tendón, cada ceja,
Si no se unen, se mezclan, compactan, erizan, aprietan,
Sojuzgan, soslayan, estremecen, arriesgan y mueren.
Nada hay cierto, más que saltos, más que verbos en el abismo.
Todo, para nosotros, es una música.
Es una música, también, el amor, el perro, la vida, el silencio.

(matías)

lunes, 8 de octubre de 2012

Lejoses

Jamás fue tan lejos la distancia,
Lejos como el puño cerrado,
Como la ceguera amarilla.
Qué lejanía,
Allá donde nada,
Hubiera sido nada,
De haber sido,
Y tan lejano de tanto,
Que empequeñece el gozo,
Pequeño, de tener aire en los pulmones.
Lejos, muy lejos,
Tan lejos que adentro, parece,
Pero nunca se llega.
Ay, lo lejos que es todo,
Por eso traigo un ay de otro siglo.
Lejos para atrás, y para adelante,
En el corazón,
En el lenguaje,
En la niebla,
Lejos de todo y de todos,
Con la alma internada,
Mirando un techo amarillo,
Enfermo de paso,
Y de lejanía.

(Matías)

jueves, 6 de septiembre de 2012

los encierros

Cuánto corazón que no crece
y da
se queda sin salida
Fueron el humo
y todo lo astillado por la dura
vida que duele
y duele más todavía si está solo
efímero
abocado al oficio de lo eterno
y uno colgado de todo lo que se extingue
cada día
los colores muertos, las espaldas
cantan, cantan las aguas estropeadas
como valijas
de haberlo sabido, ¿Qué?
si apenas nada tiene salida
más no se sale siquiera por su agujero
así el encierro, debió ser la herida primera
del ser
tibio como el corazón de una fruta podrida
alzado en la noche con la libertad en la boca
la palabra en la mano
todo confundido, señor, ¿Por qué?
se dice dios a cada palabra
si todavía el cielo aprieta.

(matías)

domingo, 26 de agosto de 2012

Más allá del polvo

Hecho de la misma ambigüedad
Que las tardes,
Tendido en cinco cifras anónimas,
y el aliento vacío.
Hastiado del polvo de antes y de ahora,
De la memoria amputada,
Por el brazo más fuerte.
Abriendo los brazos,
A la luz que abandona el pasillo,
Con el ansia rabiosa de que algo duela,
De estar enfermo,
Y tener un nombre.
De poner la tapa a semejante agujero.
Hecho de todo, para nada.
En la sucesión del tiempo cuando no sucede,
En la gota de agua cuando no resbala,
En la luz más violenta y más oscura,
En alguna parte, ansío, más allá del polvo.

(matías)

miércoles, 7 de marzo de 2012

14:32

Están abiertas las puertas del frío
Las ventanas de un hambre
Que se come sola
Al final del ropero
Se desangra la memoria tendida
La sensación reversible
De cuando trajinan los pájaros
El cielo huele a tabaco
Los pájaros fuman y viajan en su intemperie
Estarán regresando como el humo
Debajo de todo hay una casa
Entre enumeraciones lunares
Y solsticios de agua
Y todas las cascadas y portentos del mundo
La casa es el hueso, la intuición, el llanto
Hay un hambre que se come sola
Acaba consigo y deja una ropita de rastro
Entonces todos preparan la ceremonia
Para esa potencia engullidora
Que se guarda bajo tierra
Aunque no tiene cuerpo ni cadáver.

(Matías)

martes, 28 de febrero de 2012

Escisiones

La vigilia extensa de la sangre
Los estados de conciencia
La súbita transparencia de la memoria
El recuerdo sangrando
Todo cuanto siente y tiembla
Respira, alimenta un hambre,
El agua transmutada en hielo
Los álamos de la puerta de casa
El paladar de tierra
Acumular pájaros que son sílabas
Todo lo que se vuela en la palabra
Y no saber dónde se está
Si en lo dicho o en lo volado
Escisión cruenta
Nacer cada vez a cada instante
Nacer en una esquina
En un amor
En un semáforo
Los órganos perplejos
Lo que ocurre de lo postrero delante
La vanguardia de lo acontecido
Ungido con aceites y calas
Lo más desaforado del vacío
Lo desesperado de los hospitales
Lo gris desolado del cementerio
La tensión de los vidrios, de los nervios,
El abismo exagerado del silencio
Todo cuanto calla y nada
Las naderías mundanas
La parábola desafiante del océano
El aburrimiento más oscuro y pesado
Nacer cada vez a cada instante
Vivir naciendo
Morir cada vez que se nace
La tristeza lacerante de lo alegre
El dulzor embriagante de la pena
Un exilio por intervalos
Los huecos de los ascensores
Lo que hay detrás de las rejas
La complexión frágil de mi esqueleto
Los osarios que aguardan
Y entre tanta cosa, ningún juicio
Nada más esta huella en la nieve blanca
Nada más que un poema
Que no es más nada,
Ni se sabe a sí mismo.

(Matías)

viernes, 13 de enero de 2012

TW


jueves, 1 de diciembre de 2011

Lo uno y lo múltiple

Un pájaro que era bello cuando volaba
Y era tonto en el suelo,
Trajo la memoria de mí,
De cuando nacía,
Innumerable y voluptuoso,
En el escrúpulo frío de la mañana.
Lo uno era un vientre cerrado,
Algunos delantales blancos me hicieron muchos,
Derramé una lágrima cuando estuve en sus manos,
Me estremecí con el impacto de la oscuridad rota.
Habrá volado entonces un pájaro
Cuyo rostro olvidé para siempre
(Sin embargo, lo sigo buscando).
Me pusieron un lenguaje en mi sustancia,
Muchos lenguajes para una sola carne incierta
(Sin embargo, todavía lo busco)
Y nada nombra lo que dice,
Lo siento puro acto tal como alzar un brazo,
O cruzar los dedos,
La urdimbre del tiempo tuvo alas
Y un pico insolente,
El cinismo de lo imposible que se muestra,
Que se vive, que se puede.
Hubo, cierta tarde de lluvia en casa de abuelos,
Una música enigmática que me condujo,
Dulcemente, hasta el recinto del nacimiento:
Contemplé la ventana, la música pasaba lenta.
El deseo se inflamó, se estremeció la piel,
Los acordes entrecortados de Piazzolla,
Como espasmos,
Anudaban las formas discontinuas del mundo.
El mundo cupo en mi mano,
En ese instante, sentí que poseía el nombre de todas las cosas,
Sentí el abismo mortal de la poesía,
Entonces estiré el lenguaje para capturar esa alma,
Que se escurrió como el pajarito primero,
Como la divinidad de un imperio oscuro.
Nunca volví a sentir tan cerca la posibilidad de un nombre,
De una imagen, de un cuerpo, de uno.
El humo o el océano me inquietan,
Me trenza los nervios el viento,
Porque intuyo que solo en lo grandiosamente múltiple
Puede hallarse lo uno.
En el humo se dibuja la silueta difusa del ave,
En el océano se mece su canto,
En todo el viento la estela de su vuelo se junta,
Y todos ellos lo hacen,
Como yo intento hacer uno de mí,
Sabiendo que soy tantos,
Y que es tan precaria la memoria.
Intento recordar aquella mañana,
Los hombres solemnes con guardapolvos,
Ese cuerpo tajeado de mi existencia roja,
Y la explosión de lo plural, de lo diverso, de todo.
Los objetos y los seres apilándose con vértigo,
Mis lágrimas,
El pájaro que nunca más iba a ser, hasta ser para siempre.
Cuando mi abuelo falleció, en una triste cama,
Ni siquiera dijo un nombre,
Soltó una exhalación, y dejo de ser muchos, para volver a ser uno.
Después de la música de Piazzolla, aquella tarde lluviosa,
Nunca comprendí tan claramente,
Que la vida es lo múltiple,
Y que el pájaro del principio,
(Ese que obra en la poesía, en el canto, en el lenguaje)
Es el signo de la muerte, el signo de lo uno,
Reclamando ser llenado,
Absorbiendo todo cuanto sienta y tiemble.


(Matías)

jueves, 10 de noviembre de 2011

Impotencia

La belleza de la flor se apaga tan rápido
Que a veces quisiera
Destruir a patadas todos los jardines del mundo
O ser una flor que se apaga.


(Matías)

martes, 25 de octubre de 2011

El árbol de nosotros

Un abrazo hecho de tiempo
Se caen los muertos como gotas
Que cuelgan de un triste linaje
Y cada muerte nueva
Estira la rama, la dobla hacia el suelo
Nadie sabe cuánto se soporta
Antes de la caída
Hay espacios vedados
Que los muertos revelan
Espacios privados, solemnes, terribles
Qué absurdo ver cómo pasan los trenes
La gente caminando
Todo
Las cosas se unen y se duelen
Con tanta violencia
Como es posible
Nosotros solamente miramos
Y juntamos muertos en el árbol
En la espalda
Hasta que un día
no aguantamos el peso.

(Matías)

lunes, 19 de septiembre de 2011

Los cristos

Tengo los ojos llenos de infancia
De cuando bordaban los Cristos
Para adornar las paredes
Y se colgaban el retrato en el alma
Llenos de la paciencia con sueño de los domingos
Con los cuadros de Cristo hechos un malvón
Un automóvil absurdo,
Un trabajo repetido hasta el cansancio
Y los ojos inundados de lunes
Sumisa, laboriosa infancia
Adulta
Las discusiones graves en el cuarto
Pero Cristo
Y otra vez, las columnas erguidas
Los párpados pesados, y la vida transcurriendo
A pesar de todo lo bueno, lo malo
La religiosidad de la vida
Las noches sin cena, las camas sin sueño
El olor lento de cementerios y hospitales
Todo lo que se iba
Y el Cristo bordado
Con pudorosa violencia
En los labios febriles de la madre.


(Matías)

sábado, 10 de septiembre de 2011

Cinco Semblantes

Cinco semblantes ausentes quebraron un rostro
Las luces eran viento
Actuando los días
Que ocurren y cesan
Donde el ser del tiempo descansa
Y se desarma
En duraciones eclécticas
Compuestas de azar y azufre
De sangre espesada a debilidad de tristeza
La infancia es un tablero vacío
Un juego sin nombre
Que nadie sabe donde se dirime
Sino en los ojos
Que contemplan los días, que se salen del tiempo
Que me ausentan el rostro.


(Matías)