Un pájaro que era bello cuando volaba
Y era tonto en el suelo,
Trajo la memoria de mí,
De cuando nacía,
Innumerable y voluptuoso,
En el escrúpulo frío de la mañana.
Lo uno era un vientre cerrado,
Algunos delantales blancos me hicieron muchos,
Derramé una lágrima cuando estuve en sus manos,
Me estremecí con el impacto de la oscuridad rota.
Habrá volado entonces un pájaro
Cuyo rostro olvidé para siempre
(Sin embargo, lo sigo buscando).
Me pusieron un lenguaje en mi sustancia,
Muchos lenguajes para una sola carne incierta
(Sin embargo, todavía lo busco)
Y nada nombra lo que dice,
Lo siento puro acto tal como alzar un brazo,
O cruzar los dedos,
La urdimbre del tiempo tuvo alas
Y un pico insolente,
El cinismo de lo imposible que se muestra,
Que se vive, que se puede.
Hubo, cierta tarde de lluvia en casa de abuelos,
Una música enigmática que me condujo,
Dulcemente, hasta el recinto del nacimiento:
Contemplé la ventana, la música pasaba lenta.
El deseo se inflamó, se estremeció la piel,
Los acordes entrecortados de Piazzolla,
Como espasmos,
Anudaban las formas discontinuas del mundo.
El mundo cupo en mi mano,
En ese instante, sentí que poseía el nombre de todas las cosas,
Sentí el abismo mortal de la poesía,
Entonces estiré el lenguaje para capturar esa alma,
Que se escurrió como el pajarito primero,
Como la divinidad de un imperio oscuro.
Nunca volví a sentir tan cerca la posibilidad de un nombre,
De una imagen, de un cuerpo, de uno.
El humo o el océano me inquietan,
Me trenza los nervios el viento,
Porque intuyo que solo en lo grandiosamente múltiple
Puede hallarse lo uno.
En el humo se dibuja la silueta difusa del ave,
En el océano se mece su canto,
En todo el viento la estela de su vuelo se junta,
Y todos ellos lo hacen,
Como yo intento hacer uno de mí,
Sabiendo que soy tantos,
Y que es tan precaria la memoria.
Intento recordar aquella mañana,
Los hombres solemnes con guardapolvos,
Ese cuerpo tajeado de mi existencia roja,
Y la explosión de lo plural, de lo diverso, de todo.
Los objetos y los seres apilándose con vértigo,
Mis lágrimas,
El pájaro que nunca más iba a ser, hasta ser para siempre.
Cuando mi abuelo falleció, en una triste cama,
Ni siquiera dijo un nombre,
Soltó una exhalación, y dejo de ser muchos, para volver a ser uno.
Después de la música de Piazzolla, aquella tarde lluviosa,
Nunca comprendí tan claramente,
Que la vida es lo múltiple,
Y que el pájaro del principio,
(Ese que obra en la poesía, en el canto, en el lenguaje)
Es el signo de la muerte, el signo de lo uno,
Reclamando ser llenado,
Absorbiendo todo cuanto sienta y tiemble.
(Matías)
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mati como te salen estos pensamientos y q profundos y dolorosos y sentidos los recuerdos es lo unico q se llevan y se q no hablaba mucho pero tenia una profunda admiracion x voz esta escrito en mi cuaderno y yo comparto 'NONI
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