Jueves, te pusiste el viernes sobre la espalda.
Afuera el parpado frustrado del día se cierra
y se lleva consigo las últimas ruinas de un aura
quiescente como niebla en la niebla.
Sobre la mesa el café y un estado de ánimo
emanan los mismos vapores rendidos al aire.
Hoy es jueves de febrero en un pájaro
que canta en marzo una melodía inexistente.
Todas las colecciones posibles para mí
saltan desde los armarios íntimos del tiempo.
Series de mariposas anaranjadas
muestrarios, álbumes, conjuntos, antologías
órdenes perfectos alterados por el sentido
que desordena, a su modo.
Es que hoy, día viernes, me puse sobre la espalda
el espíritu de una crisálida permanente
y heredé, con todo el cuerpo, el haz mortecino
en que el ocaso últimamente se desarma.
Puedo ver cómo las consecuciones van por los muros
por las rejas, por los hombres, por las casas.
La gente se saluda como dos conocidos,
las calles repiten exactas
los gestos de siempre en sus rostros.
Las nubes, los almacenes, un árbol
todo se constata lo mismo.
Ya es viernes, y el universo sigue estando aquí,
como está la vigilia después del sueño,
o como llega el sueño, detrás del alba.
(Matías)
sábado, 1 de mayo de 2010
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