El ejército va en el tono, lento lunar, ondulando depresiones y puntas, sosteniendo el elástico de lo humano con broches esporádicos, aferrados con inconstancia a una línea de fuga invisible. Las huestes van revelando un paisaje liado con jirones desunidos, abismando una bandada de pájaros en caída oscura, dentro de un vaso.
A su desembarco terrible, se estrella la noche contra el whisky dilatado en los cristales. Estallan los colores siniestros despojados del negro errante, y la negritud se hunde en un ocre como pis de gato célibe, se disuelve. Se calientan las visiones de los ciegos en el amiláceo fermento y la lluvia, el llanto alado de la muerte, destila caoba de antigua clepsidra, y mañas nocturnas de animales.
La postrer herida del crepúsculo afirma el canto taciturno, afirma el desvelo, que le concede el arraigo del desposeído a la noche, la paternidad de un no padre. Y la noche se aloja en el vaso con la lluvia. Un alma de alcohol horada los pulmones que no respiran, el orbe complejo se esparce como harina sobre un mármol. Para amasarlo, y deshuesarlo, y dolerlo en la noche absorbida. La opacidad es caterva que se vierte marchante sobre el cuarto, embebida en maíz y centeno y labranza. El orbe tortuoso desgarra con su lanza las membranas apócrifas de lo antaño creído, se clava, tan profundo, tan encarnizado, tan fiero y raído como la nada.
La harina se mezcla, se debate en el mármol, y salpica azulejos en su danza conchabada con manos siempre precoces. Toma forma la fécula sobre el mármol, de monstruo ciclópeo, de palabra callada. Se cosen las bocas que gritan a la noche su aura. El whisky envejece en olorosos toneles blancos hasta la reconversión que obramos paladeando su ambrosía. La lluvia es una vieja fría que rehúsa el traspaso, legionaria.
El ejército va en el tono, en la lúgubre armonía que estructura la resistencia harto cansada. La harina se transfigura siempre sobre la sombra del mármol, a la vera de su implacable vigilia. El roble cajonea invariablemente el destilado amarillo, en las catacumbas de un tiempo fragmentado. Quiero decir que el vértigo del fin asiste a lo creado, que cada ejército enfilado enhebra un nacimiento. Las cubas trepidan con el diluvio enharinado, y, aunque la reconversión obre al término de la alameda, nadan en el fermento vital el hastío y el espanto. Y de cuanto hay para sobrellevarlos, hasta que mutamos como líquido esperanto del universo, hay iguales espejos apostados, hechos siempre de mármol, cubiertos de harina y de rayos bermejos.
(matías)
domingo, 29 de noviembre de 2009
jueves, 19 de noviembre de 2009
Los días
Viene de la rabia la tristeza
es luz, se apaga
son dos golpes de agua
sobre el rostro oscuro
Cuánto de lo que hay estalla
en nubes de rabia
en charcos de tristeza
sino todo lo que estalla
Se levantan los rostros
mojados
hacia la bóveda del cielo
Hay dos puños ascendiendo
al final de la tristeza
hay la rabia del comienzo
El día empieza,
empieza,
y es tan nublado.
(matías)
es luz, se apaga
son dos golpes de agua
sobre el rostro oscuro
Cuánto de lo que hay estalla
en nubes de rabia
en charcos de tristeza
sino todo lo que estalla
Se levantan los rostros
mojados
hacia la bóveda del cielo
Hay dos puños ascendiendo
al final de la tristeza
hay la rabia del comienzo
El día empieza,
empieza,
y es tan nublado.
(matías)
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Incertidumbre
Espero a que venga
quién viene, Qué viene
no lo sabe mi esperanza
que es pobre esperanza
de anémica espera
estoy esperando el alba
el crepúsculo la madrugada
y nada de todo eso junto
yo puedo esperar cosas que llegan
aserrines, virutas, desde la falta
astillas del vacío
fibras de galaxia
el crepitar sordo de un fuego
yo puedo esperar lo que espero
y también puedo
no estar esperando nada
(Matías)
quién viene, Qué viene
no lo sabe mi esperanza
que es pobre esperanza
de anémica espera
estoy esperando el alba
el crepúsculo la madrugada
y nada de todo eso junto
yo puedo esperar cosas que llegan
aserrines, virutas, desde la falta
astillas del vacío
fibras de galaxia
el crepitar sordo de un fuego
yo puedo esperar lo que espero
y también puedo
no estar esperando nada
(Matías)
domingo, 1 de noviembre de 2009
Circularidades
Te guardan te aguardan conmigo
los rostros que no pueden ser espejo
las ruinas desfloradas de tu corazón tardío
que juntos caminamos caminaremos
y aun los espacios de bujías agonizantes
nos guardan
atesoran la silueta de nuestros esternones
hinchándose en la tiniebla de la pasarela
muy despacio las sombras
trepan flores de estío anudadas con celeste
lazos primeros en bienvenir el alba
cuantas son las heces del fruto pasado
que se baten en esta desolada bahía con soles
no más, ya no quiero, señorita
el álamo perdido, los gorriones de la infancia
todos se levantan vencidos en un párpado
y nos guardan nos aguardan con sigilo
las manos estrechadas en esta decadencia
tan rancia y fermentada
que, considera la arboleda al final de la guarda
o las rodillas sumergidas en el vientre exiguo
¡Son dos tiempos que se tocan las extremidades!
nacemos y morimos en el mismísimo cuadro
la lluvia, el álamo, los gorriones que vienen
no más, ya no quiero recordarlos hacia delante
nadie va a salvarnos de nuestra úlcera morosa
excepto los tibios gusanos
que hacen vida del otoño
excepto tu corazón triste desflorado y el mío
(matías)
los rostros que no pueden ser espejo
las ruinas desfloradas de tu corazón tardío
que juntos caminamos caminaremos
y aun los espacios de bujías agonizantes
nos guardan
atesoran la silueta de nuestros esternones
hinchándose en la tiniebla de la pasarela
muy despacio las sombras
trepan flores de estío anudadas con celeste
lazos primeros en bienvenir el alba
cuantas son las heces del fruto pasado
que se baten en esta desolada bahía con soles
no más, ya no quiero, señorita
el álamo perdido, los gorriones de la infancia
todos se levantan vencidos en un párpado
y nos guardan nos aguardan con sigilo
las manos estrechadas en esta decadencia
tan rancia y fermentada
que, considera la arboleda al final de la guarda
o las rodillas sumergidas en el vientre exiguo
¡Son dos tiempos que se tocan las extremidades!
nacemos y morimos en el mismísimo cuadro
la lluvia, el álamo, los gorriones que vienen
no más, ya no quiero recordarlos hacia delante
nadie va a salvarnos de nuestra úlcera morosa
excepto los tibios gusanos
que hacen vida del otoño
excepto tu corazón triste desflorado y el mío
(matías)
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