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sábado, 13 de noviembre de 2010

Hay un hombre

Hubo un hombre que era un río
Sencillamente, se disolvía en la noche
Cuando tocaba un acorde de guitarra
Un timbre de voz, cada sutil lenguaje
Se disolvía, y los ojos se le cerraban
Aunque los pianos, los pianos…
De pronto una pierna, una mano
Y allí estaba el estero de olvido
Inundando de nada el universo
El deseo abolido
La voluntad humeante como ruina
De un imperio triste y nefando
Todo disuelto
Balseando la eternidad del tiempo
En un relámpago
Oscuro, melancólico, lento, solitario
La osamenta tendida en la cama
Los jirones de un fuego
Y el goce de cierta inexistencia
Que mora la muerte
Que muere morando.

(matías)

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