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viernes, 2 de abril de 2010

Ya no conservo

Ya no conservo, siquiera, el tono de vos
que encadenaba mis letras hace un tiempo
a tu recuerdo, a tu rostro, a tu fantasma.
Todo se mueve tan concreto, tan enraizado
a las vértebras del universo
que ya no conservo, siquiera, el humo, lo vago
que hace un tiempo preguntaban por mí
cuando yo me los preguntaba.
Demasiado compacto, decía Girondo,
tengo el pensamiento duro como un ladrillo,
como una pala, o un montón de papeles sobre un escritorio,
tengo el pensamiento duro como un trabajo.
Doliente como los huesos pero silencioso,
se me instala en el húmero del espíritu, y en el sacro
un tuétano como aire de callejón perdido.
Ya no conservo, siquiera, tu nostalgia
o ninguna de todas las nostalgias que me hirieron.
Tengo la angustia insalvable de no estar angustiado
una ceguera indolente apuntada al tiempo.
Ya no te preciso, ya no te extraño, ya no te quiero
y no le hablo a alguien,
le hablo a cada una de las cosas que me rodean
tal vez a la noche, a la soledad, a esta muerte escuálida.
Me da vergüenza ser tan indiferente
aunque ya no conservo, siquiera,
esa triste dignidad que supone avergonzarse.

(matías)

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