He perdido la forma de hacer mi tiempo
si pudieran hallarla… ya no sé si la deseo.
Solía tener una aguja de aire en el pecho
un álamo exuberante y verde en la nuca
y un diluvio copioso en los ojos del árbol.
Solía rastrear bibliotecas universales
agotar pasillos oscuros, divagante
y hundirme en el oprobio deliberado
acaso con el fervor semántico del nunca
abrazado a los nervios.
La resonancia de esa imagen presagiosa
también se ha ido.
Nunca es como siempre, algo como nada.
¿Qué ha hecho el vacío con mis signos?
La herrumbre pesada de su historia
se evapora, y me quedo sin nombre.
He perdido la forma de hacer mi tiempo
me encuentro adherido a la continuidad del mundo
en toda su desnudez, sin todos mis escudos.
Hoy vi un pájaro sin tiempo, un árbol.
Hoy fui un pájaro, un río que corre con el río.
El rostro grave de mi fotografía quedó mudo
ahora mismo desconfío de este urgente poema.
(matías)
jueves, 22 de abril de 2010
viernes, 2 de abril de 2010
Ya no conservo
Ya no conservo, siquiera, el tono de vos
que encadenaba mis letras hace un tiempo
a tu recuerdo, a tu rostro, a tu fantasma.
Todo se mueve tan concreto, tan enraizado
a las vértebras del universo
que ya no conservo, siquiera, el humo, lo vago
que hace un tiempo preguntaban por mí
cuando yo me los preguntaba.
Demasiado compacto, decía Girondo,
tengo el pensamiento duro como un ladrillo,
como una pala, o un montón de papeles sobre un escritorio,
tengo el pensamiento duro como un trabajo.
Doliente como los huesos pero silencioso,
se me instala en el húmero del espíritu, y en el sacro
un tuétano como aire de callejón perdido.
Ya no conservo, siquiera, tu nostalgia
o ninguna de todas las nostalgias que me hirieron.
Tengo la angustia insalvable de no estar angustiado
una ceguera indolente apuntada al tiempo.
Ya no te preciso, ya no te extraño, ya no te quiero
y no le hablo a alguien,
le hablo a cada una de las cosas que me rodean
tal vez a la noche, a la soledad, a esta muerte escuálida.
Me da vergüenza ser tan indiferente
aunque ya no conservo, siquiera,
esa triste dignidad que supone avergonzarse.
(matías)
que encadenaba mis letras hace un tiempo
a tu recuerdo, a tu rostro, a tu fantasma.
Todo se mueve tan concreto, tan enraizado
a las vértebras del universo
que ya no conservo, siquiera, el humo, lo vago
que hace un tiempo preguntaban por mí
cuando yo me los preguntaba.
Demasiado compacto, decía Girondo,
tengo el pensamiento duro como un ladrillo,
como una pala, o un montón de papeles sobre un escritorio,
tengo el pensamiento duro como un trabajo.
Doliente como los huesos pero silencioso,
se me instala en el húmero del espíritu, y en el sacro
un tuétano como aire de callejón perdido.
Ya no conservo, siquiera, tu nostalgia
o ninguna de todas las nostalgias que me hirieron.
Tengo la angustia insalvable de no estar angustiado
una ceguera indolente apuntada al tiempo.
Ya no te preciso, ya no te extraño, ya no te quiero
y no le hablo a alguien,
le hablo a cada una de las cosas que me rodean
tal vez a la noche, a la soledad, a esta muerte escuálida.
Me da vergüenza ser tan indiferente
aunque ya no conservo, siquiera,
esa triste dignidad que supone avergonzarse.
(matías)
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