¡Loco! de tantos golpes.
Golpean, y uno que abre la puerta,
Y no ve nada, pero siente el golpe que insiste,
Y grita, y reclama: ¿Quién es? ¡Hable!
Y el silencio, como un cartero, deja su despacho,
Y se larga.
Luego el teléfono, ese rabioso aparato,
Suena con locura, se sacude con vértigo,
Pero del otro lado no escuchan nada,
Y uno que grita: ¿Quién es? ¡Hable!
Y suena y suena, y golpean la puerta,
Y suena la puerta, y golpean el teléfono,
Pero no hay nada.
La casa se agranda como un laberinto,
El sol de la mañana duele en el desvelo,
Pan y mate sin hambre,
Saciedad del alma, estómago con hastío.
De repente me hablan, pero soy yo ahora,
El que no oye: ¿Oiga, señor, me escucha?
¿Decime, Matías, te pasa algo?
Permanezco callado.
Contemplo de qué estoy rodeado,
La forma en que estoy hecho,
Y no encuentro una mísera palabra,
Que pueda dar nombre a alguna cosa.
Cuelgo el teléfono.
No sirve de nada.
Del otro lado debe ocurrirles lo mismo.
(Matías)
jueves, 24 de octubre de 2013
lunes, 4 de febrero de 2013
Quisiera hacer
Quisiera hacer
Como hacían ustedes
Cuando dormían
En la vejiga hinchada del idioma
Excitados hasta la utopía
Hasta la vacancia del tiempoespacio
Y despertaban, después
Meados por el lenguaje
En un cuerpo cualquiera
Con tanta cruda existencia
Dada a las manos
Que la muerte era dulce
Como la palabra dormida.
(Matías)
Como hacían ustedes
Cuando dormían
En la vejiga hinchada del idioma
Excitados hasta la utopía
Hasta la vacancia del tiempoespacio
Y despertaban, después
Meados por el lenguaje
En un cuerpo cualquiera
Con tanta cruda existencia
Dada a las manos
Que la muerte era dulce
Como la palabra dormida.
(Matías)
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)

