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miércoles, 24 de febrero de 2010

Algo comienza a morirse

Intuyo algo de vos, estás temblando.
Tengo la impresión que tiene la tierra del agua
el borde del camino.
Hoy llueve acá, en casa.
Sin embargo, no asisto a la lluvia.
Un coro de estallidos se levanta en mi boca
están las gotas golpeándome la cara
bajando por los pómulos como si no bajaran, detenidas.
La gente se apura para no mojarse.
Hoy volvió a llover después de tres, cuatro madrugadas.
Apenas si dio tiempo la lluvia al canto de las chicharras
o sed al légamo pringoso en las patas de los perros.
A veces quisiera mojarme con la lluvia
que hace correr a la gente, que borronea el paisaje.
Esa lluvia sin horizonte, inocente, unánime.
Una vez hubo un pájaro que, cansado de ser,
se arrojó al vacío desde el árbol.
Así me iría esta tarde por la lluvia.
Sería tan dichoso de no sentir la lluvia
de no oírla, ni tocarla.
Querría ser lluvia.
No en un vidrio, ni siquiera en el aire.
Lluvia en su nacimiento, en la transparencia de su sangre
en su pureza más diáfana.
Cuando una gota se estrella contra un vidrio
o cuando dilata los límites de un charco en la acera
me invade una espantosa nostalgia
una congoja silenciosa, inexpresable
que anda por los pulmones como un estero de olvidos
como una legión de sombras huérfanas por las ciudades.
Acaso apenas se abre la gota sobre el suelo o el sauce
comienza a morirse, o se muere de golpe, no sé, ya es tarde.
A veces me siento a pensar cuántas de estas lluvias
se estrellan en la cansada geografía del alma
incluso cuantas almas se estrellan entre sí o con los cuerpos que las soportan como si fueran lluvias.
Entonces tengo la impresión de estar rodeado de muertos
por acá y por allá cadáveres, fósiles, ruinas humeantes
despojos de seres que se agotan vertiginosos como un fuego.
Tiempo de siempre, tiempo de antes, tiempo efímero:
toda la historia del tiempo cabe en un instante.
Chaparrones mediante, pensaba en nosotros.
Imaginaba un beso sin labios, un sueño sin sueño.
Pensaba en cómo serías vos antes de mí, antes de todo.
Pensaba también que podría estar siendo un suelo para tu savia
donde estrellarte, y tuve miedo de que te apagaras delante de mi rostro.
¿Será que insistimos en dejar de ser mientras vamos siendo?
¿Será que, al contrario de Spinoza, todas las cosas perseveran en su no ser?
¿Dónde estarán las primeras veces de todas las cosas?
Si te tengo, o siento que te tengo ¿Te estoy teniendo realmente?
Así como la lluvia no es el charco, el vidrio, el apuro, el aire
y todos esos son el lecho final donde viene a yacer la lluvia
¿Estaremos confundidos de ver amor en amarnos?
¿Estaremos muriendo en cada comunión, en cada abrazo?
Quisiera poder amarte despojado de mí
amarte sin vos también
que no nos amemos, que seamos, prescindiendo de toda la lluvia
como dos gotas de agua que no terminan nunca de caer desde el cielo hinchado.
Me quedo con tus signos por ahora, se hace de noche.
Llueve y escribo.
Algo comienza a morirse, o se muere de golpe, no sé, ya es tarde.


(matías)

lunes, 1 de febrero de 2010

Mundo

Es un cuaderno
una ficción
una mancha.

Un cubo sin lado
un asilado
de una avalancha.

Una pared
de mosaicos
enmendada.

Una protuberancia
es el mundo
de las fosas.

Un absceso
efímero
y acre.

Es cuadro
de nada
pintura y signo.

Es día que pasa
noche velada
espejo de tumba.

Es lo que se escapa
del pozo siniestro
hasta que lo atrapan.

Para volverlo
para callarlo
para lo eterno.


(matías)